Llevaba varios inviernos intentando verle la cara a uno de
los “tal vez” escasísimos lucios de gran tamaño que nadan por las aguas del río
en el que tuve mis primeras experiencias en esto de la pesca hace muchos años,
incluso llegué a dudar que todavía quedara algún viejo superviviente.
En este río aprendí a pescar, a disfrutar de la pesca en la
más completa soledad, de sus magníficos peces, de cientos de vivencias y
anécdotas en muchos de sus rincones que después de muchos años, aún siguen
grabados a fuego.
En sus buenos años estas aguas me dieron enormes
satisfacciones que aunque resulte contradictorio valoro muchos más ahora, cuando
el sacar un “monster” de sus aguas se convierte en un auténtico reto, de lo que
valoraba entonces.
Ahora el pescar lucios y sobre todo lucios de tamaño se
convierte en un auténtico sueño, una ilusión difícil de superar, complicada de
alcanzar, pero la pesca tiene estas
cosas, que si te lo propones, en ocasiones esos sueños se cumplen.
Esox lucius, un pez agradecido en la pelea, espectacular en
su defensa, desconfiado y receloso hasta límites desesperantes o brutal y
explosivo en el ataque, un pez del que todo lo escrito a algunos les puede
resultar extraño o exagerado y que solo algunos enfermos de este pez, como yo,
entienden…