De nuevo
quise acercarme a "mi rincón" de pesca, truchas y relax y de nuevo no
defraudó a las expectativas creadas. Eran poco más de las 7 de la mañana cuando
caña en mano con la ilusión de un "quinceañero" que ha conocido a su
primera novia me adentraba en el río, el sonido del discurrir del agua, junto
con el de la multitud de mirlos, pajarillos y demás fauna hacen que por
momentos parece que estés en otra época y te des cuenta de lo simples e insignificantes
que somos.
Aunque a
primera hora fueron bastantes las subidas a la mosca, por la razón que fuese
fallaban o no las clavaba o no la tomaban con decisión, el caso es que después
de dos horas de pesca tan sólo había podido clavar tres pequeñas truchas por lo
que decidí cambiar de zona, algunos kilómetros aguas arriba, sabia decisión!!!
Nada más
adentrarme de nuevo en el río y en la primera poza que ofrecía garantías una
trucha se retorcía intentando desprenderse del anzuelo, preludio de lo que
pasaría en las siguientes horas, una tras otra las capturas se sucedían,
truchas de distintas libreas, tonalidades y colores, pero todas a cual más
bella iban pasando por mis manos posando para una "autofoto" antes de
volver a su medio.
Conocí algunas pozas que sin duda visitaré más adelante, en una de ellas tiene su mansión una trucha de tal vez más de dos kg que tuve clavada durante un par de minutos y que a punto estuvo de pasar brevemente por mis manos, pero ésta vez ganó ella, una poza que contaría con más de dos metros de profundidad y que para poder pescarla hay que hacer auténticos malabarismos, pasando a gatas por un árbol caído que cruza el río de lado a lado.
Al final
de la jornada a eso de las tres de la tarde 23 truchas habían pasado por mis
manos, agotado pero exultante como si fuese la primera vez que hubiese ido de
pesca emprendí de nuevo rumbo a casa, sin duda alguna volveré a este mágico
lugar, ya cuento en el calendario los días que quedan para volver a visitarlo
de nuevo ...