10 dic 2013

MI GÁLLEGO, MIS LUCIOS

Cuando visito este río y vuelvo la vista atrás, sólo me viene a la cabeza una palabra, nostalgia.
Este río posee para mi un encanto muy especial ya que es en cierto modo la “escuela” donde he aprendido todo cuanto sé sobre la especie esox lucius, posee la magia de la inaccesibilidad y de descubrir que se esconde bajo sus verdes aguas.



Aquí sólo sirve ponerse un vadeador y lanzarse a la aventura, a caminar por sus orillas repletas de zarzales, a vadearlo, a descubrir un nuevo tramo cada día, quién sabe si todavía queda un recóndito lugar con lucios que muy pocas veces ha sido pescado, un río que aunque no lo pesco tan a menudo como antaño, creo que puedo presumir de conocerlo bien pues prácticamente lo he pescado en todo su recorrido.



Que podría decir yo de este río y de los lucios de “metro” que han salido de estas aguas, del escandaloso tamaño medio que salía de algunas de sus pozas, de las secuelas y cambios que han quedado en muchas de ellas después de cada riada, pero sobre todo de lo que le debo por los grandes e inolvidables momentos que me ha hecho pasar y de lo que estas aguas me han enseñado sobre el lucio y su pesca.

La presión de pesca que sufrió durante años fue muy importante, hubo un tiempo que cada poza, cada badina, sobre todo las más accesibles y conocidas estaban “copadas” por pescadores dispuestos a madrugar para que nadie cogiera su sitio, ahora todo esto ha cambiado y ya nada se parece a lo que fue años atrás, menos lucios, menos presión de pesca, incluso menos “buenas” pozas, pero aún así en algunas de ellas sigue habiendo lucios.



Los contados grandes lucios que habitan estas pozas son auténticos supervivientes que saben “latín”, adquiriendo un grado de astucia y recelo realmente sorprendente, hasta el punto de que muchos de los que piensan  que el lucio es un pez relativamente fácil y confiado que ataca cualquier artificial sin demasiados miramientos y que dudan de la astucia de este pez, verían con estos "supervivientes" como esa teoría se les caía por los suelos.

Cada invierno lo visito alguna vez y cada cierto tiempo aún me depara alguna alegría, el ver que todavía los lucios siguen ahí es una de las mayores satisfacciones que puede tener alguien que lo conoció y lo disfrutó en sus mejores tiempos, ayer me llevé una de estas satisfacciones y es que en algunas (pocas) badinas los lucios siguen ahí y lo más importante para mí, siguen criando y no sólo quedan sólo los viejos supervivientes, esperemos que sigan ahí por mucho tiempo...




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