Cuando visito este río y vuelvo la vista atrás, sólo me viene a la cabeza una palabra, nostalgia.
Este río posee para mi un encanto muy especial ya que es
en cierto modo la “escuela” donde he aprendido todo cuanto sé sobre la especie
esox lucius, posee la magia de la inaccesibilidad y de descubrir que se esconde
bajo sus verdes aguas.
Aquí sólo sirve ponerse un vadeador y lanzarse a la
aventura, a caminar por sus orillas repletas de zarzales, a vadearlo, a
descubrir un nuevo tramo cada día, quién sabe si todavía queda un recóndito
lugar con lucios que muy pocas veces ha sido pescado, un río que aunque no lo pesco tan a menudo como antaño, creo que puedo presumir de conocerlo bien pues prácticamente lo he pescado en todo su recorrido.
Que podría decir yo de este río y de los lucios de “metro”
que han salido de estas aguas, del escandaloso tamaño medio que salía de
algunas de sus pozas, de las secuelas y cambios que han quedado en muchas de
ellas después de cada riada, pero sobre todo de lo que le debo por los grandes
e inolvidables momentos que me ha hecho pasar y de lo que estas aguas me han
enseñado sobre el lucio y su pesca.
La presión de pesca que sufrió durante años fue muy
importante, hubo un tiempo que cada poza, cada badina, sobre todo las más
accesibles y conocidas estaban “copadas” por pescadores dispuestos a madrugar
para que nadie cogiera su sitio, ahora todo esto ha cambiado y ya nada se
parece a lo que fue años atrás, menos lucios, menos presión de pesca, incluso
menos “buenas” pozas, pero aún así en algunas de ellas sigue habiendo lucios.
Los contados grandes lucios que habitan estas pozas son
auténticos supervivientes que saben “latín”, adquiriendo un
grado de astucia y recelo realmente sorprendente, hasta el punto de que muchos
de los que piensan que el lucio es un
pez relativamente fácil y confiado que ataca cualquier artificial sin
demasiados miramientos y que dudan de la astucia de este pez, verían con estos
"supervivientes" como esa teoría se les caía por los suelos.
Cada invierno lo visito alguna vez y cada cierto tiempo
aún me depara alguna alegría, el ver que todavía los lucios siguen ahí es una
de las mayores satisfacciones que puede tener alguien que lo conoció y lo
disfrutó en sus mejores tiempos, ayer me llevé una de estas satisfacciones y es
que en algunas (pocas) badinas los lucios siguen ahí y lo más importante para
mí, siguen criando y no sólo quedan sólo los viejos supervivientes, esperemos
que sigan ahí por mucho tiempo...